
ASESORAMIENTO: María Estela Giardina, Psicóloga. MP: 004
Muchos no conservan memoria de su infancia, pero sería un sano ejercicio acudir a sus recuerdos, a los fines de encarar a posteriori la crianza de otros niños, sus hijos.
En los últimos tiempos se ha avanzado mucho en cuanto a escuchar a los niños y creerles. Por ejemplo, cuando un niño se queja de toqueteos por parte de algún familiar o persona allegada a la familia se toma atención en el hecho cuando en otros tiempos se callaba al niño o niña defendiendo la “buena conducta y buen comportamiento” del pariente en cuestión.
Pero hay cosas que no se han modificado y, que incluso, muchas han empeorado. Si bien es cierto que los niños no son tan frágiles como uno podría imaginarse, tampoco están pueden asimilar y superar cualquier cosa.
Los manuales de psicología infantil dicen que los niños necesitan 3 cosas para ser sanos:
Amor, seguridad y estabilidad.

Nadie va a dudar de que los padres, en su mayoría, aman a los hijos, aunque a veces sean una extensión del narcisismo de alguno de ellos, por el parecido físico o las virtudes que reconozca en el hijo. Es bien conocido el tema de que cuando un niño no es el hijo que satisface sino el que frustra pasa a ser hijo del otro padre inmediatamente; “tu hijo es un atrevido”, “tu hijo se portó mal” etc.
Ni hablar cuando el niño porta algún síndrome que lo aparta del concepto de “normalidad”. Hablemos por ejemplo del espectro autista (TEA), o algún síndrome genético y peor aún si es un síndrome raro (Down, Progeria, Marfan, Hipertricosis, Proteus etc.). en todos estos casos es afectado el narcisismo de los padres, puede derivar en divorcios o separaciones de la pareja, en negación del problema del niño y consecuentemente en la falta de tratamiento y abordaje precoz de la problemática. Entiendo que éste es un tema que puede producir resquemor al ser abordado, pero es necesario decir cuál es la realidad ante estos temas.
Hay en el mundo millones de niños huérfanos, algunos producto de guerras y conflictos sociales, pero muchos de ellos abandonados voluntariamente. Esto parece terrible, pero es real.
La infancia es desprotegida por los adultos y no solo desprotegida y abandonada sino puesta en riesgo y privada de amor, protección, educación en todo lo que significa actividades de la vida diaria como lavarse la cara, los dientes, peinarse, bañarse, etc., formación de su personalidad y formación ética o moral, adquisición de habilidades y hábitos.
Los niños no toman decisiones de la parejade sus padres, pero son quienes pagan los platos rotos del banquete al que no fueron invitados, cuando la pareja se separa.
Me refiero específicamente a cuando la pareja decide separarse por el motivo que fuere. Los niños quedan en el medio del conflicto (siempre hay conflicto, en mayor o menor medida), y generalmente se los usa como el botín de guerra, por el cual hay que pelear o el cual le es negado al otro padre o madre, a los fines de conseguir beneficios generalmente económicos. O bien “castigar” al otro adulto privándolo del vínculo con el niño o niña.

En todo ese proceso los “adultos responsables” son absolutamente faltos de empatía con los niños, obviamente, no todos, pero la mayor parte de los adultos se comportan de manera egoísta y arbitraria, sin tener en cuenta que los niños están pasando por el duelo de la pareja paterna, si bien el psicólogo afirma que los niños no pierden a los padres como individuos, pierden la pareja paterna como tal, pierden la cotidianeidad con el padre no conviviente. La mayor parte de las veces es el padre quien se retira y eso genera inseguridad al niño o niña, lo que trae como consecuencia trastornos de sueño, de ansiedad, inseguridad y obviamente mucho dolor.
Si la separación conlleva separación de bienes, lo cual es justo y legal, acarrea además en los niños la pérdida de la casa donde ellos habían logrado hacer su refugio, sus rincones, su dormitorio, su lugar confortable y seguro. Las mudanzas son para todos los seres humanos las actividades de mayor estrés y generadoras de ansiedad, cuanto más para los niños.
Sin llegar al extremo de hablar de filicidio, como lo hacían algunos profesionales que luego reconocieron su error, debo decir que el niño siempre está sujeto a violencia proveniente del ámbito familiar.
Las madres tienen una infinita gama de formas de agredir al ex a través de los hijos:
1 – Negar las visitas o salidas con el padre argumentando enfermedad, fiebre, negativa del niño o niña etc.
2 – Vestir al niño o niña como pordioseros cada vez que sale con el padre, para mostrar que no tiene que ponerse por abandono del padre.
3 – Interferir en los vínculos con tíos y/o abuelos paternos.
4 – Hablar pestes del padre delante de los hijos, sin entender que eso daña, no al ex, sino a los hijos.
5 – Intentar culpar al ex por la separación (recuerden que en una pareja lo bueno y lo malo es 50% responsabilidad de cada uno).
6 – Hacer prometer cosas absurdas a menores tales como “prométeme que no te vas a ir vivir con tu padre” “prométeme que vos no me vas a abandonar”,cuando es sabido que toda promesa encierra una mentira y que lo único que hacen es generar conflictos en los menores.
7 – Pretender usar al niño o niña como “correo” con el ex “decile a tu padre…”
8 – Usarlo como espía en la vida del padre, (qué hace, a dónde va, qué compra, si tiene relación con otras mujeres etc.). Lo que pone al menor en una
situación incómoda, sufriente e inmoral.
9 – En casos extremos, tratar de convencer almenor de que es abusados por el padre, para tener motivo de denuncia y de medidas preventivas de interrupción del contacto.
Por otro lado, los padres varones también cometen terribles errores con los hijos:
- Al ver que la madre trata de evitar el contacto con él o la hijo/a, cesa en sus visitas y requerimiento de contacto.
- Retrasa o cesa el pago de cuota alimentaria.
- Usa de correo o espía al o la, hijo/a.
- Observa abuso por parte de la madre o familia materna y no denuncia la situación.
Las formas correctas de protección a los menores en una situación de separación de la pareja paterna son:
1 – No hacer pasar por los hijos, ni la mala relación de la pareja ni la separación pretendiendo que los hijos también se “separen”.
2 – No interrumpir ni deteriorar el vínculo de los menores con el padre no conviviente.
3 – No intentar que los hijos tomen posición a favor o en contra de ninguno de los padres.
4 – Respetar los deseos del niño o niña, cuando tiene edad legal para ser escuchado la elección de con cual padre vivir, sin interrumpir el vínculo con el padre no conviviente. Tampoco se debe dar al niño la responsabilidad de elegir con quien vivir zafando así de las responsabilidades inherentes a los padres. Un niño me dijo “vos quieres que elija cual ojo quiero que me saquen, no quiero que me saquen ninguno”.
5 – No exigirle que relate lo que hace con el otro progenitor, ya suficiente tiene el niño con aprender a vivir en dos mundos con reglas distintas,
para estar metido en el lugar del “alcahuete”.
6 – No agobiar a los niños transmitiéndoles problemas económicos que solo los ubican en un lugar de “impotencia” dado que ellos no lo pueden resolver.
7 – Los padres deben ser capaces de escuchar la verdad que el niño tenga para decir. Estoy convencida que los niños mienten porque los padres no para escuchar la verdad.
8 – La crianza de los hijos debe ser la implementación de los mismos para que puedan pensar, discernir entre lo bueno y lo malo, elegir, no obedecer, porque luego obedecen a cualquiera (fumá esto y fuma, halá esto y hala).
Recordemos que, en los temas legales, (más allá del defensor, y en algunas provincias el abogado del menor) el Psicólogo/a es el abogado del niño, que a partir de sus informes expone las necesidades del menor y defiende la integridad de su subjetividad en crecimiento y formación, y debe enseñarle a ponerse a salvo de las consecuencias de los actos de los adultos.
En mi caso como profesional así lo hago, y además les enseñó que la única forma de terminar con estos conflictos es crecer. Por suerte el tiempo es inexorable y los niños crecen, y pueden elegir su vida y sus estudios y sus carreras y alejarse de conflictos ajenos que signaron su vida en la infancia.
Es importante el fortalecimiento del niño/a para abordar los conflictos originados por los padres “si la vida te da limones, hacé limonada”.
Por cierto, hay temas que no entran en este escrito tales como casos de abuso a menores (no solo de abuso sexual), y otros temas que serán tratados oportunamente. No es este un escrito para los colegas sino para la gente, para los que siguen Especialistas, de María del Valle Fermi, que mucho bien le hace a la población en general.