ASESORAMIENTO: Dra. Verónica Colina Pediatra (SAP) esp. en Dermatología Infantil (UBA) MN 118943 • MP 3677
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El acné es una enfermedad inflamatoria de los folículos pilosebáceos que afecta, sobre todo, a la cara y mitad superior del tronco, lo padecen más del 90% de la población durante la pubertad, desapareciendo en la mayoría de los casos entre los 20 y 22 años. Los hombres la padecen con mayor severidad, pero es más frecuente en las mujeres.

La enfermedad tiene una gran importancia debido a su frecuencia y al grado de afectación psíquica en una edad, ya de por sí difícil, pero además en muchos casos van a dejar secuelas cicatriciales de compleja solución, por lo que es aconsejable su control por el dermatólogo desde los primeros signos.

Un estudio reciente publicado en la revista Pediatrics señala que, actualmente, el acné es una afección común entre niños de 7 a 12 años. Algunos de los motivos de este incremento, aunque aún en debate, puede ser el inicio temprano de la pubertad, la aparición precoz del primer periodo y de la adrenarquia, es decir, cuando la producción de la glándula adrenal es mayor.

Por otra parte, el acné precoz puede predecir las afecciones futuras; es decir, si un niño padece acné moderado es muy probable que más adelante, tenga acné severo. Por lo tanto, cuando antes se detecte, las consecuencias físicas y psicológicas pueden tratarse y minimizarse.

Causas fundamentales que contribuyen a la formación de acné:

1 – EXCESO DE SEBO: puede estar desencadenada por cierto número de elementos, como hormonas, clima, ciertos medicamentos y genética.

2 – HIPERQUERATINIZACIÓN: consiste en un engrosamiento de la capa externa de la piel (estrato córneo), desprendimiento irregular de células cutáneas muertas y cornificadas (corneocitos), oclusiones del conducto de la glándula sebácea y trastornos o interrupciones en la liberación de sebo.

3 – CRECIMIENTO DE BACTERIAS: las bacterias que normalmente viven inocuamente sobre la piel (propionibacterias) se acumulan y pueden colonizar los folículos taponados, causando pápulas, pústulas, nódulos y quistes.

4 – INFLAMACIÓN: piel enrojecida e inflamada. En casos de acné grave, la pared folicular estalla en la última fase de la inflamación. Entonces se liberan lípidos, ácidos grasos, corneocitos, bacterias y fragmentos celulares causando inflamaciones extendidas y profundas en el tejido adyacente.

Las lesiones suelen localizarse en la cara, en el pecho y en la espalda. Se presentan al inicio como “comedones” que pueden ser comedones abiertos o puntos negros y comedones cerrados o puntos blancos, estas lesiones son el origen del acné y sobre ellas se desarrollarán el resto de las lesiones. Las más superficiales se denominarán pápulas o pequeños abultamientos rojos que pueden evolucionar a pústulas donde en su superficie aparecerá un punto de pus blanco o amarillo. Lesiones más profundas estarían constituidas por los nódulos, lesiones parecidas a las pápulas, pero de mayor tamaño y profundidad, y los quistes. Cuanto más profundas sean las lesiones activas de Acné más posibilidades de generar procesos cicatriciales que son las lesiones no activas o secuelas del acné.

Tratamiento

Los tratamientos para el acné sirven para reducir la producción de grasa, acelerar la renovación de células dérmicas, combatir la infección bacteriana o reducir la inflamación, todo lo cual previene las cicatrices. Con la mayoría de los medicamentos recetados para el acné, es posible que no se observen resultados durante
cuatro a ocho semanas, y la piel puede empeorar antes de mejorar. El acné puede tardar meses o años en desaparecer completamente.

El régimen de tratamiento que el médico recomiende dependerá de la edad, el tipo y la gravedad del acné, y la disposición del paciente para comprometerse en su tratamiento.

Se pueden usar medicamentos en forma tópica, en forma de cremas, geles o espumas; o tratamientos sistémicos (medicación que se toma por vía oral). Una vez resueltas las lesiones activas, se realizan tratamientos para reducir y minimizar las secuelas en caso de acné severo.

Prevención

Aunque no existe una forma eficaz para prevenir el acné, algunas recomendaciones ayudarán a reducir el impacto del mismo y la gravedad de las lesiones.

  • Limpiar la cara dos veces al día. De esta manera se puede quitar el exceso de grasa dela superficie y las células muertas de la piel que pueden bloquear los poros. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la limpieza excesiva puede causar daños, como resecarla piel en exceso o irritar el acné persistente.
  • Aplicar los productos recomendados para tratar la afección de forma tópica después del lavado.
  • Secar la piel sin frotarla.
  • Practicar deporte al aire libre y lavarse la cara después de realizarlo para evitar que la sudoración tapone los poros.
  • Reducir el contacto del pelo con la piel de la cara. De hecho, los expertos no recomiendan llevar flequillo ni largas melenas.
  • Elegir cosméticos y fotoprotectores que no contengan aceites o grasas en su composición.
  • No tocar los granos.

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