Asesoramiento: Lic. Laura Amicone • M.P. 391 – Psicóloga Esp. psicología clínica
SANAMENTE • Dr. Vidal 1243 / • Turnos: +5493884882887

La angustia es uno de los estados más temidos por el ser humano. Donde la mejor forma de “valentía” que aparece es la Represión. Nada se quiere saber de aquello que se cree que no se puede enfrentar, y que por lo tanto podría provocar una desestructuración.

Volver “invisible” la angustia parecería ser uno de los actos más osados.

El primer lugar donde hacemos invisible aquello que nos angustia, es el discurso. Nada que sea insoportable para nuestra conciencia es posible nombrar. Nada que suponga un riesgo para nuestra psiquis es posible poner en palabras.

Los trastornos tienen lugar justo allí… en la aparición de un síntoma, aquello que no pudimos expresar con dichos y entonces lo hacemos con el cuerpo.

Podemos salir victoriosos en esconder la angustia, pero jamás podremos invisibilizar un síntoma. Eso que viene a incomodarnos, que trae malestar y se torna perturbante.

En el consultorio casi nadie usa la palabra ANGUSTIA.Porque está latente. En cambio, todo el mundo hace referencia en su relato, a diversos síntomas… ansiedad, depresión, irritabilidad, trastornos alimenticios, consumos problemáticos, trastornos en la conducta, problemas en los vínculos… y un sin fin de formas de nombrar la angustia sin nombrarla.

Desde el psicoanálisis me atrevería a decir que cada uno de estos síntomas, encarna sufrimiento, dolor, ANGUSTIA.

La angustia es el único sentimiento que no miente, el único sentimiento en carne viva del orden de lo real y pulsional, que muerde al sujeto en un estado en donde no puede hacer vínculo más que con sus síntomas, aquello expresado en fenómenos del cuerpo (falta de aire, taquicardia, sudoración, falta de libido, irritabilidad etc.), un sujeto tomado por el cuerpo incapaz de dialectizar.

Cada síntoma tan singular y subjetivo, devenido de aquello que apropiamos de nuestro pasado, lo que percibimos de nuestra historia, de cada estructura de personalidad, y la autopercepción que tenemos de nosotros mismos.

No podemos curarnos de la Ansiedad (o cualquier otro síntoma) que se repite sin cesar, sin valentía, para atrevernos a mirar dentro nuestro, lo que verdaderamente encarna el síntoma por más oscuro, ominoso y aparentemente inabordable que sea.

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