La amistad es una relación afectiva entre dos personas. La amistad es un sentimiento convenido con otra persona, donde se busca confianza, consuelo, amor y respeto. La naturaleza de los seres humanos está el hecho de ser sociables y de buscar siempre ‘al otro’, por eso no es de extrañar que la amistad sea fundamental en nuestro desarrollo y en nuestra vida en general. Desde la infancia más temprana, comenzamos a experimentar
la amistad, la cual nos permite adquirir las habilidades sociales y cognitivas necesarias para nuestro crecimiento.
Durante cada etapa de la vida la amistad va cambiando y es percibida de maneras diferentes, con sus propias características y retos, evolucionando a medida que vamos creciendo.
Hasta los 3 años comienzan a forjarse los lazos de amistad, pero no tienen amistades para jugar en conjunto. Se trata más bien de conseguir a otra persona con quien puedan compartir su espacio mientras juegan en paralelo, muy cerca, pero cada cual inmerso en su propio mundo de juego.
Desde los 4-5 años hasta la preadolescencia aproximadamente, se buscan amistades con cualidades afines. Incluso podemos notar cómo buscan crear relaciones de amistad con otros niños cuyas personalidades son similares a la suya propia, sintiéndose en plena comodidad con sus iguales. Los
niños al principio de esta etapa pueden llegar a cambiar con gran facilidad de amigos, muchas veces por cualquier tipo de discusión, incluso las más simples.
Entre los 9 y 12 años aproximadamente, los niños van adquiriendo una mayor madurez, lo que los lleva a crear vínculos más fuertes y duraderos. Juega un papel muy importante en el desarrollo del autoconcepto y la autoestima social, igual que en la adolescencia.
En la adolescencia la amistad se vuelve una parte fundamental de la vida de los jóvenes, teniendo una gran importancia en todo lo que hacen, en sus gustos, opiniones e incluso en su manera de interrelacionarse con tros. Se crean vínculos mucho más fuertes de amistad que conlleva el querer pasar tanto tiempo como sea posible con sus amigos.
Es importantísimo que como padres conozcamos a sus amigos, pues ellos tendrán una gran influencia en el desarrollo de la personalidad de nuestros hijos. En este sentido, es fundamental acompañarlos a la hora de fomentar relaciones sanas con personas que influyan de forma positiva en ellos.
Tener amigos no solo se trata de conseguir a alguien con quien divertirse y pasar el rato; se trata de un hito fundamental para el desarrollo sano de nuestra personalidad. A través de la amistad, adquirimos habilidades sociales y podemos conocernos a nosotros mismos e incluso desarrollar habilidades cognitivas imprescindibles para poder convivir en sociedad.
Se trata pues de una de las cosas más importantes en la vida de nuestros hijos, tanto a nivel social como emocional. Todos necesitamos amigos, pero los niños aún más, porque esas relaciones les harán comprender un mundo diferente fuera de la familia. Las verdaderas amistades ayudan a los niños a ampliar horizontes y a compartir alegrías. Una estrecha amistad en la infancia aumenta los sentimientos de autoestima y es que como dice el refrán:
‘Quien tiene un amigo, tiene un tesoro’.
¿Cómo fomentar la amistad en los niños?
Ser sociable desde su más tierna infancia ayudará al niño a tener una vida social activa en un futuro,lo que mejora la seguridad yla autoestima. Así, los padres prefieren tener hijos abiertos y que jueguen con muchos niños… aunque hasta el pequeño más extrovertido se esconde alguna vez detrás de las faldas de su madre,o llora por no querer compartir su juguete favorito; hay que tener paciencia y fomentar la amistad siguiendo estos consejos:
- Predica con el ejemplo. Si quieres un hijo sociable y con muchos amigos, que vea en casa ese ambiente; ser padres animados, sonrientes, abiertos…
- Aunque creas que no tiene nada que ver, prestando atención a tu hijo, ayudas a que sea una persona más sociable y abierta. Tan sólo un ejemplo: Si estás ocupado y te está pidiendo, no lo ignores; mírale a los ojos y explícale que cuando acabes lo que estás haciendo lo atenderás. Así, se sentirá importante para ti y, por lo tanto también para los demás.
- Organizar meriendas o pasar la tarde en casa.
- Queda con otros papás para ir juntos al parque con los niños.
- Genera actividades recreativas con lápices de colores, plastilina o ropa para que se disfracen y así aumentarás su imaginación, su creatividad y fortalecerás los lazos entre los pequeños.
- A menos que haya peligro de que se hagan daño no intervengas en sus juegos o en sus posibles diferencias. Es mejor que aprendan a resolver sus pequeños conflictos entre ellos.
- El saber escuchar es condición para subrayar el cultivo de la amistad, y al mismo tiempo predica que con el compañerismo se la experimenta en dimensiones distintas.
Precisamente desde la vertiente de la escucha, se tiene que cotejar y revisar si el aprecio por la amistad y las actividades concomitantes que se romueven no terminan exclusivamente “en pasar un buen rato en compañía”. El compañero comparte la efervescencia, la euforia y la diversión. El amigo también se hace cargo del dolor, de la preocupación, de las alegrías, de la corrección y del estar juntos en los buenos y no tan buenos momentos. La escucha al amigo es como esa mirada de la madre que capta con precisión y profundidad cuando algún problema le aqueja a su hijo.