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Dentro de las conversaciones más actuales sobre la crianza de nuestros hijos se suele debatir si en realidad los padres están más presentes o más ausentes a la hora de acompañar a sus hijos. Esto se debe en parte a la creciente preocupación que ellos mismos tienen por saber si están o no a la altura de los desafı́os o “peligros” a los que sus hijos se van a enfrentar en su paso por la sociedad y la preocupación por las dinámicas actuales entre
adolescentes y jóvenes.

Por todo ello me parece muy importante empezar recordando que resulta fundamental poder confiar en nosotros como madres, padres y cuidadores. En los valores e ideas que queremos enseñar. Y por supuesto en la importancia de querer mirar la realidad actual para conocerla y poder identificar las mejores herramientas para enfrentar las dificultades que se presenten.

Muchos somos padres de una generación en la que no se hablaba de muchos temas, no se hablaba del cuerpo, de la importancia de su cuidado, y de los peligros que existen.

Como yo siempre digo el camino de la crianza es un camino de aprendizajes y también de sanación. Y no todos tenemos las mismas heridas, como
tampoco las mismas herramientas, pero queda claro que para enseñar a nuestros hijos a enfrentar las dificultades o peligros que se les presenten, debemos fortalecernos y ser capaces de ver y hablar, para poder resolver. Entonces, ya sea acompañados por profesionales, familiares, amigos, leyendo artículos o libros, escuchando charlas, podemos buscar los apoyos necesarios.

Y la misma diversidad de recursos necesitamos emplear con nuestros hijos desde pequeños. Poder hablar de su cuerpo con palabras reales, sin prejuicios y sin ocultar. Poder enseñarles a cuidarse, y lo importante que es su cuerpo, como sus emociones y el conocimiento de las mismas. Existen libros de cuentos para leerles al respecto desde muy pequeños.

Son la presencia, el amor en nuestras palabras, nuestra valentía de hablar de lo que nos cuesta o tememos, el respeto con el que los tratamos (y nos tratamos a nosotros mismos porque ellos también lo ven), las expresiones de amor verbales y físicas, y las responsabilidades que les enseñamos. El
acompañarlos en sus errores y escuchar sus palabras y opiniones. Nuestra capacidad para pedir ayuda o acompañamiento como lo necesitamos. Todas herramientas muy valiosas para transmitirles y practicarlas a diario.

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