ASESORAMIENTO: Dra. Verónica Colina, Pediatra (SAP) Esp. en Dermatología Infantil (UBA) MP 3677/40
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El clásico “sarpullido” conocido por los dermatólogos como sudamina es una irritación de la piel provocada por el excesivo sudor que no consigue evaporarse rápidamente.
Esto sucede porque el niño está demasiado abrigado o se encuentra en un ambiente demasiado cálido o poco aireado, o cuando aumenta la temperatura corporal por fiebre.
Se manifiesta, generalmente, en los niños muy pequeños, porque su piel es más delicada y sus glándulas sudoríparas pueden obstruirse con mayor facilidad respecto a la de los adultos o a la de los niños más grandes.
Sobre la piel se forman pequeñísimas vesículas, como la cabeza de un alfiler, que tienen un ligero relieve, y enrojecimientos que sobresalen ligeramente de la superficie de la piel. Por ello, la piel afectada también está enrojecida y áspera al tacto.
Se manifiesta, sobre todo, en las zonas en las que el sudor es más abundante: la frente (zona de la “vincha”), el cuero cabelludo, detrás de las orejas, el cuello y la parte alta del tórax. También se puede presentar en el abdomen.
¿Cómo la tratamos?
En general la sudamina no requiere tratamiento, ya que es un trastorno benigno que en la mayoría de ocasiones desaparece a los pocos días.
Mantener la piel de los niños limpia y seca, evitando la aplicación de polvos o talcos que taponen más los poros. Se puede utilizar baños con avena, utilizar pastas refrescantes como la pasta al agua o geles de aloe vera, para aliviar la irritación y el enrojecimiento de la piel.
En el caso de que el niño se muestre muy molesto, y siempre que sea prescrito por un médico, se puede administrar un antihistamínico oral para calmar la picazón.
¿Cómo la prevenimos?
- No abrigar en exceso a los niños: antes de los 3 meses se recomienda una prenda más que los adultos, y luego de los 3 meses la misma cantidad de prendas que usa el adulto.
- Usar ropa transpirable, de algodón. Evitar el poliéster y los tejidos sintéticos.
- Evitar el exceso de cremas hidratantes pastosas y especialmente los polvos de talco, que obturan aún más las glándulas sudoríparas.
- Cambiar el pañal del bebé con frecuencia (revisarlo cada dos horas), evitando que los pliegues de la piel estén húmedos.
Si la lesión no mejora pasados unos días, es importante la consulta con el pediatra o dermatólogo infantil para realizar diagnóstico y tratamiento oportuno.