
ASESORAMIENTO: Lic. M. Florencia Medina, Psicóloga especialista en niños y adolescentes • MP 559 •
Susana Hubeid 126 Barrio Bajo la Viña, S.S. de Jujuy • Lunes a viernes 9.30 a 12 y 15 a 20 • Cel. + 54 9 3884349227
Frente a las distintas situaciones, experiencias y dificultades todos los padres y madres se preguntan cuál es la mejor manera de “ayudarlos”. Por supuesto que a nadie le gusta que sus hijos sufran, pero al mismo tiempo queremos que sepan enfrentar sus problemas y que crezcan más fuertes y con más herramientas a partir de ello.
En este importante camino de acompañar a nuestros hijos en su desarrollo una de las herramientas más importantes que podemos cultivar en nuestro vínculo, es la comunicación. ¿Pero como se logra? ¿Que es comunicarse desde un lugar saludable? ¿Es importante dar “consejos”?

Desde el punto de vista del desarrollo, durante los primeros tres años en los niños predomina su mundo emocional y el presente. Para ellos la lógica y el tiempo todavía no existen. Pero si es importante empezar a enseñarles a nombrar sus emociones durante esos primeros años. Cuando empiezan a preguntar “¿porque?” Continuamente sabemos que su lógica empieza a activarse.
El segundo aspecto muy importante a tener en cuenta es que para los niños la lógica que le demos a los sucesos y las soluciones no tendrán sentido ni lugar hasta que no hayamos respondido primero a sus necesidades emocionales. Es decir que primero necesitamos mostrarles que los comprendemos, que entendemos la importancia de lo que les sucede y que también es importante para nosotros.
Lo que suelen necesitar los niños, adolescentes (y todos nosotros en realidad) sobre todo cuando experimentan emociones fuertes es que alguien los ayude a dar sentido a lo que está sucediendo, eso es lo que se consigue contando historias, nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.
Por ello contar una historia o escribir un diario o dibujar lo que sienten suele ayudar. Lo que debemos recordar es que ellos se deben sentir
cómodos y escuchados para hablar, debemos generar las condiciones para que esa charla tenga lugar. Y muchas veces las mejores conversaciones ocurren mientras estamos haciendo otras cosas juntos (vamos en el auto, estamos ordenando o jugando).
Cuando ayudamos a un niño o niña a poner un nombre a sus emociones, dolores, temores los ayudamos a dar sentido a sus experiencias y manejarlos.